No se puede decir realmente que haya visitado Santiago. Llegué sobre las 2 de la tarde y a las 6 de la madrugada salía camino del aeropuerto. Pero vamos a dar una opinión totalmente parcial y carente de información válida.
La hermana de Pily me dió una vuelta por la ciudad en coche y pasé por La Moneda, el Cerro de Santa Lucía, varias universidades, varios edificios antiguos y el rio Mapocho que bajaba encabronado y marrón por las lluvias. Una promesa política es hacerlo transitable, que es como decir que al rió de 25cm de profundidad que pasa al lado de las barbacoas en Las Planes lo van a hacer transitable para los barcos turísticos.
Ya caminando yo solo me fuí hacia el funicular que sube al cerro de San Cristobal. Hay buenas vistas desde el observatorio Foster. No llovía, y aunque había nubes, la atmosfera estaba limpia y pude ver lo grandisima que es la ciudad, al pie de los Andes. En realidad es tan grande porque es una unión de 26 comunas, donde el sexo es libre y se fuman porros y se toca la guitarra y se conducen furgonetas Wolkswagen y los niños corren en pelotas por las calles. O al menos eso he imaginé yo al escuchar la palabra comuna. Ya he avisado que ver, lo que se dice ver, no he visto mucho.
Para bajar de la cima cogí el teleférico que me dejaba en la otra punta de la ciudad y pude comprobar que muchas de estas comunas son barrios de casas con jardín o no, dependiendo de si es un barrio de clase alta, o de clase media, y en todas las calles, en general bien ordenado, árboles con hojas naranjas cobrizo que lo cubre todo dando un color otoñal a la ciudad. Esta frase para compensar lo de la comuna hippie de antes.
También hay edificios enormes, algunos de cristal, algunos de diseño y algunos feos como solo puede ser un edificio hecho en los 70 o en los 80. Que daño hicieron esos años al mundo. Habría que poder borrarlos y empezar de nuevo.
Visité el barrio de Bellavista y llegué al barrio comercial, dónde me recogió Carolina, alias Samo.
Mi visita terminó cuando empezó la lluvia. Una lástima, porque estaba casi convencido de cambiar mi billete del día siguiente y quedarme un día más, pero al oír que las lluvias durarían hasta el jueves dije «que le den por el culo, llevo una semana de mal tiempo y no son tiempos de melancolía«. Si me hubiera quedado, esta entrada no hubiera empezado con un «No se puede decir realmente que haya visitado Santiago«, si no con un «Santiago es, sin ninguna duda, así«.
Fotos aquí.
Una pequeña aclaración: se me ha roto la cámara buena. Se me cayó al suelo en Mendoza y empezó a hacer un ruído raro. Ahora parece que se ha soltado algo de la óptica y fotografía y enfoca lo que ella quiere. A veces va mejor, a veces va peor, pero siempre va mal. Las manchas oscuras en los bordes es por eso. Como podéis imaginar el día que me caliente y encuentre una tienda me compro otra y no se lo digo a nadie, como si nunca hubiera pasado.
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