He llegado a Buenos Aires después de 12 horas de vuelo como si llegara de un viaje a Valencia en el Euromed. Debe haber sido la almohada del Noelia o la hora de salir, a las 1:30, viajando toda la noche, o puede que haya sido la resaca que arrastraba todo el día y las escasas 4 horas que dormí el sábado. Sea lo que sea ha funcionado, y he llegado sin problemas de Jet-Lag y fresco como una rosa. Y hasta oliendo bien.
En el control de pasaportes no han puesto problemas por no tener vuelo de vuelta, ni dirección en el país. En el control de equipajes si que me han parado y no me han dejado entrar ni las 2 naranjas ni la manzana. Sin embargo no ha habido problemas con los quicos ni con las chuches. Ni con el fuet de la abuela de Andreas. Va a ser cierto eso que dice el punki y los transgénicos van a ser peor que los derivados del petróleo. Eso si, me han dado un recibo por la fruta retirada. Cuando salga del país la pediré de vuelta.
Como estaba tranquilito y era bastante pronto, 9 de la mañana hora local, me he sentado en la sala de espera y he revisado el apartado «Sleeping» de la guía de Buenos Aires. He señalado 3 sitios que parecían los más interesantes, todos ellos albergues de habitaciones compartidas de la cadena Hosteling International. Chelo me dijo como ir al centro, también lo indica la guía, pero además he preguntado en el punto de información. No tenía prisa, vamos.
Todo ha sido fácil: el cambio de euros a pesos en el Banco Nacional (1€=4,9pesos): el bus Manuel Tienda León al centro; llegar al primer hostal en San Telmo, en el que ya me he quedado; cargar con los PUTOS 20 kilos de mierda que llevo a cuesta que gracias a la supermochila de Matildita que hace que no se noten (algo debe importar que sea marca DECATHLON).
Y ya hospedado en el Hostel-Inn Buenos Aires, en una habitación compartida con dos chicas Israelís, ha comenzado mi primer día de viaje lejos de mis amigüitos.
Deja un mensaje