Noche del lunes.
Nos hemos movido a Sucre, por la tarde. El paisaje desde Potosí se parecía al que se ve por la N-II a Zaragoza: montes pelaos con algún que otro arbusto y árboles a los pies de las lomas y los riachuelos secos. El hostal es muy bonito pero bastante decadente, con arañas en las paredes y todo roto. Como a mi me gusta.
Las austriacas y yo paseamos por la ciudad, por dar una vuelta. Por fin una ciudad en la que por la noche hay gente y bares, y no hay polvo.
Nos tomamos una cerveza en la terraza de un bar en un segundo piso en una plaza que no sé el nombre, por ir sin mapa. Hay parejas sentadas en los bancos, colegiales charlando en grupos, gente yendo y viniendo y algún que otro gorro de lana de esos que nos identifican a los turistas. Como un alemán con un gorro mexicano por las ramblas. Se les reconoce.
Luego caminamos por varias calles llenas de puestos de comida y de tiendas con música y películas pirata que parece que aquí está totalmente legalizado. Compramos unas hamburguesas con queso, huevo frito, patatas y ensalada, por 6 bolivianos (0,60€). Nos sentamos en un muro y las comemos mientras escuchamos las cumbias que escupe el altavoz de 1×1 metros de una zapatería.
Luego nos vamos a dormir.
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