La carretera de la muerte

Quiero llegar a Coroico recorriendo la carretera de la muerte. 64 Km de camino al borde de un precipicio que desciende 3.600 metros y con una media de 885 muertos anuales, por despeñarse.

Me imagino en un autobús con gallinas atadas por las patas, maletas en el techo, gente mayor sin dientes sonriendo desde el fondo, tipos con bigote y con un sombrero de paja también sonriendo y haciendo el gesto de «» con la cabeza. Me imagino yendo todos hacia un lado del bus mientras una rueda está en al aire y parece que nos vamos por el precipicio. Imagino a los semáforos humanos que regulan el tráfico diciendo «que lo sueltes, gilipollas«. Imagino también a los narcotraficantes y a Jack T. Colton (Michael Douglas) y a Joan Wilder (Kathleen Turner) huyendo con el corazón verde. Imagino, vamos, un montón de tonterías.

Las austriacas se apuntan y cogemos un taxi hasta el barrio de Villa Fátima, de donde salen los autobuses. Busco el autobús a Coroico y me dicen que ya no hay buses que usen esa ruta, que desde hace 2 años hay una carretera nueva. Si hubiera sido yo al que preguntan hubiera contestado «¿pero tú te crees, niñato, que puede haber un país hoy en día con una carretera en el que mueran casi 1000 personas cada año y no va a acabar por hacer una nueva?«. Y hubiera añadido al final «gilipollas»

Y yo, «pues yo quiero ir por la carretera de la muerte«, y él chófer, «pues si pagas todo el micro, te llevo» y yo «¿cuanto es?» y él, «pues 200 bolivares (20€). Y además hay un tipo que ya ha pagado los 25 bolivares por el trayecto normal, así que son 175«. Miro al tipo, parece irlandés. Las chicas dicen vale, y yo «el irlandés viene si paga 50 bolivares, como todos«, y el irlandés dice que no paga 25 bolivares (2,5€) más. Pienso en los 5€ por una cerveza de mierda que debe pagar en las ramblas, y luego lo imagino meando en un cajero automático o en una portería de una casa. Le digo al chófer «200 y se queda el irlandés«. Y chófer, «claro«. Y nos vamos los 3 y se queda el irlandés esperando a llenar un micro con 7 personas. Por 2,5€ de mierda.

La carretera de la muerte se utiliza solamente para una cosa: hacer mountain biking, que en castellano es «deslomate por un peñasco y/o rómpete los dientes y/o la cabeza con los piedros del camino«. Han salido empresas, como setas debajo de un pino, que llevan a todo aquel que se lo pida, sea persona, animal o cosa, sin importar si sabe pedalear o no, a bajar los 60 kilómetros de un camino donde se matan los bolivianos que han nacido ahí.

Ahora además de las cruces de los pobres desgraciados que se despeñaron por ir a casa, también hay cruces para los tontos que se han despeñado por ir en bicicleta. Creo que todos fueron nominados a los Premios Darwin.

El camino es espectácular y apetece recorrerlo andando.

Coroico es a la ciudad a la que se llega. Está en las Yungas y básicamente vive de la plantación de coca. Es legal en el país, se recoge 4 veces al año y se vende en el mercado normal. Lo que se haga con ella, ya sea te, jarabe o cocaína no es problema del que la cultiva.

Estados Unidos intenta desde hace tiempo que planten otra cosa. Pero no hay nada que de más dinero y además los que compran y consumen son los americanos. Los bolivianos pueden decir lo mismo que los fabricantes de armas. Nosotros no obligamos a nadie a disparar, solo les vendemos el arma.

Fotos aquí.



2 Comentarios

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  1. Estimado!!! que recuerdos me trae tu relato, es una aventura dificil de olvidar… recuerdo claramente los acantilados, las caidas de agua y el camino lleno de animitas de los muchos que no completaron el trayecto… el pueblitos, bares, las cascadas… realmente INCREIBLE. Miles de sensaciones y recuerdos de ese viaje… gracias por transportarme… un abrazo.

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