Una de las ventajas que se tiene al viajar solo y lejos es que nadie te conoce. Es un momento perfecto para inventarse a uno mismo.
Las personas que van a pasar por tu vida por unas horas no tienen porque saber que eres el contable de un banco y que tienes los dedos tan largos y puntiagudos por andar siempre contando dinero. Por unos días no hace falta contar que te dejó tu mujer por otro más guapo, o que no tienes amigos porque de pequeño te costó mucho empezar a hablar y en tu colegio de barrio te marginaron tanto que acabaste por odiarlos a todos, pero qué, al ser español, decidiste tener solo amigos invisibles, aunque te hubiera gustado ser americano y coger la escopeta de repetición y las tres pistolas que hay por casa, al lado de la caja de herramientas para arreglar los baños y los duendes del jardín, y volver al colegio y cargarte a todo aquel que se moviera.
No, en lugar de ser todo eso puedes ser el personaje que quieras. El mío, sin duda alguna, es el del bohemio: el tipo que dice vivir en la buhardilla de un piso viejo del Raval acompañado de palomas, que revolotean por la habitación y dejan motas de polvo en el aire para que se dibuje ese único rayo de luz que entra por una junta de la madera que tapa la ventana y que va a iluminar directamente a la hoja sucia a medio escribir apoyada en una caja madera vacía que hace de mesa.
El bohemio que con su gabardina larga y su ropa negra, fuma un cigarrillo que nunca se termina en la zona más oscura del bar de siempre mientras hojea libros de segunda mano de poetas victorianos, en lengua original, claro, y de vez en cuando saca la pluma estilográfica para apuntar en los bordes de la servilleta de papel alguna frase, para, justo cuando va a volver a casa, romperla porque el arte autentico tiene que ser efímero.
El mismo bohemio que guarda un secreto que nunca cuenta pero que es evidente que tiene, y que cuando tose mancha de sangre el pañuelo, ya viejo y agujereado, con unas iniciales que no son las suyas, que forman parte de ese secreto y que cada vez que lo mira, y ve el rojo de la mancha piensa «mira a dónde me has llevado«.
Ese es mi personaje.
Pero en este viaje, por desgracia, no lo he podido interpretar. Me da la risa. En su lugar lo que he inventado ha sido mi edad. Es suficiente.
Lo he hecho por varios motivos. Primero porque todos los que tenían mi edad estaban demasiado cansados, demasiado calvos y demasiado arrugados. Segundo porque la gente con la que me he cruzado y querían hablar pensaban que yo tenía 25. Y por último para poder creer, por unos días, que ciertos años no existieron.
He decidido tener 30. He borrado el año y medio del proyecto final de carrera. He borrado el año de espera para entrar en la universidad. Y por último he decidido borrar ese año y medio tan malo que pasé y que los que me conoceis sabeis cual es. 4 años eliminados por unos días.
No toseré ni sacaré mi pañuelo viejo y roto, ni dejaré ver en mis ojos que guardo un secreto, pero podré pensar que todo el tiempo que he vivido ha sido perfecto y no hay nada que olvidar.
Aprovecha a ser treintaañero ahí que no te conocen, que cuando vuelvas a Barcelona, estaremos todos los colegas recordandote la edad cada semana, con actividades de padre calvorota dominguero. Este sábado, sin ir más lejos, treinta años, dinero en el bolsillo, toda la noche por delante, sin prohibiciones ni obligaciones ni horarios, varios amiguetes juntos, y lo único que hicimos fue ver una peli y irnos a dormir. Y además, contentos y felices.
Sabes que para interpretar al bohemio, tienes que ser de tez muy pálida, y vestir con una rahída y sucia gabardina negra. Tienes que saber llorar de tristeza al ver una bolsa del caprabo moverse a merced del viento, encontrar melancolía en un gapo, o sufrir por la vacía vida de una piedra. Es un personaje complicado.
Bueno, tío, a flipar, que el tiempo pasa volando (voy, volando vengo).
Aún tengo tiempo de reinventarme, que no estoy ni a la mitad del viaje. Necesito desprenderme de mi mochila tecnológica con hierros en la espalda y empezar a viajar con mis cosas una bolsa de basura.
Al… que peli de radioactivitos que me trajo tu hermano tan buena… como disfruté-disfruté-disfruté… The Cottage!!! Que peliculón de sábado tarde:
BRUTAL !!!
Te eche de menos company de infectados, radioactivos, zombis y sangre a borbotón!!!
Cuídate mucho.
Por cierto: que tal el cambio de camiseta?? Todo en orden??…
Besos
Amandi, cariño, Cuando vuelva a casa voy a tener un montón de pelis para ver. Y no te preocupes que me cambio cada día, aunque luego me pongo siempre las mismas chaquetas (3). Besitos!!!