La Paz

Imaginemos por un segundo que nos acercamos un montículo de arena y con una pala hacemos varios agujero grandes y juntos. Luego compramos varios juegos de monopoly y un bote de cola. Por último cubrimos de cola toda la superficie del agujero, incluidas las paredes verticales, y soltamos todas las casitas y figuritas del monopoly. Ponemos este montículo a 4 kilómetros de altura, cambiamos el montículo de arena por los Andes y tenemos La Paz.

Está a 3.640 m. de altitud y, junto con otra población llamada El Alto, tiene 1.5 millones de habitantes, de los 9 millones del todo el país, siendo la ciudad más grande de Bolivia.

La ciudad en un principio se intentó hacer como una hoja cuadriculada, lo que se conoce como damero, pero con tanto desnivel y cerro les fue imposible y es un continuo subir y bajar calles, con un caos de micros, taxis y gente por la calle. Los micros van gritando por la ventanilla los precios y los destinos, pudiendo escuchar en un cruce a 5 o 6 micros gritando a un tiempo.

Las casas y las calles me han recordado a unos jeans viejos, con el color gastado, los bolsillos deshilachados y los bajos roídos por el roce con los zapatos al andar. Todo me ha resultado viejo y roto.

Hay niños lustradores con pasamontañas por las calles, porque es tan denigrante que no quieren que nadie les reconozca. También hay ancianas pidiendo limosna. Hay muchos contrastes entre riqueza y pobreza, grandes edificios de apartamentos y hoteles de 5 estrellas, como el Hotel Plaza en la zona de El Prado, al lado negocios ruinosos y viviendas de con la tochana a la vista.

Hay pizzerías ambulantes y puestos de comida de latón. Venden algo parecido a fetos de animales, pero aún no he preguntado para qué es. Hay obras, algo que no había visto hasta ahora. Al fondo se ve el Illimani, una cima de 6.465m con los picos nevados.

Hay un cerro, un trozo de tierra alto, que atraviesa la ciudad, y en la que está el parque Laykakota, con atracciones para los niños, un payaso que al verme dijo que «ya antes era como él: alto, flaco, rojo, con los ojos verdes(???) pero me dio el sol de Cochabamba y me quedó negro y pequeño, un fuerte aplauso al español y bienvenido a Bolivia»

De noche en las laderas de la montaña hay miles de lucecitas amarillas y blancas, como los mandos de una nave espacial de un película de ciencia ficción de los 60.

Camino y camino porque no encuentro ningún lugar en el que sentarme a pasar el rato, el tráfico me vuelve loco y me cuesta respirar, por la altura y por la nube tóxica que emiten los tubos de escape y del que a veces es imposible escapar. Quizá el único lugar en el que me apetezca sentarme y leer un rato sea en la Plaza Murillo.

Tengo que dejar por un momento el papel de idiota y decir:

Bolivia es muy pobre, está castigada, fueron perdiendo poco a poco lo que tenían: cuando en el desierto de Atacama se descubrió minerales perdieron el acceso al mar con Chile; perdieron parte del Acre, donde el petróleo, con Brasil; han tenido también problemas territoriales con Argentina, Perú y Paraguay. El resultado es el país más pobre de esta parte del continente. Tienen una grandísima riqueza cultural. La población es un 60% indígena, los Quechua y Aymara. Tienen temperaturas extremas, zonas áridas, y un gobierno que ha cambiado 200 veces en 180 años.

Resumiendo, en este doble viaje, el exterior y el interior, no me siento con más ánimos de enfrentarme a la tristeza exterior. He dado todo el dinero que he podido, he comprado bocadillos y compartido mi comida y lo que me han pedido. No he dejado que nadie me limpiara los zapatos, por mucho que no entendieran porqué y lo quisieran hacer gratis después de darles fruta y comida. A Bolivia no se viene de turismo: o se viene a ayudar, o mejor te vas a otro lugar.

Este es el viaje de un idiota, así que debo seguir siendo un idiota y seguir mi viaje.

Fotos aquí.



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