On the road again

En el aeropuerto de Santiago una mujer mayor lee con detenimiento la sección de necrológicas, de una ciudad que no es la suya, con la misma atención que un aficionado al futbol lee los resultados de las ligas extranjeras.

Un par de niñas de no más de 10 años mantienen la conversación más adulta que cualquier otra que haya escuchado a cualquier niño Emo de los que deambulan por las calles de Chile. Generación perdida, promesas de mejoría.

Uno españoles con chaqueta de montar a caballo, con mocasines, comentan que no hay derecho a que les den unos asientos tan pequeños.

Unas señoras-señoras chilenas dicen que el avión de aerolíneas argentinas no va a llegar a su destino. Y se abrazan porque están alegres por ir juntas a Buenos Aires.

En el control de pasaporte descubro que la mujer que pienso mantiene una buena figura para los 45 años que debe tener, es mas joven que yo por unos meses.

El policía pasa más tiempo de lo normal con mi pasaporte y comprueba hoja a hoja que no sea falso. No sé si le desconcierta la foto de terrorista que tengo o que la mujer de antes tuviera mi edad.

En el camino del omnibus que me lleva del aeropuerto internacional de Buenos Aires al aeropuerto nacional, reconozco todos los lugares por los que pasamos: San Telmo, Centro, Recoleta, El Retiro. Descubro un área de chabolas detrás del El Retiro y que se extiende por todo el puerto del río de la Plata y que llega hasta el almacén de containers, algunos abandonados en un descampado, condenados a pudrirse, con unas letras que dicen «Controlado por radar«.

Me aburro en el aeropuerto, sin nada que mirar. Me desmayo en el despegue, para superar el problema que tengo de aire en el cráneo. Siempre funciona.

Aterrizo en Córdoba y no llueve, y hay un sol que comienza a esconderse y todo se tiñe de naranja. Por las ventanas abiertas del autobús A5 entra la brisa de la tarde con olor a trigo. Se avería antes de llegar al centro y nos tenemos que bajar. Un chico argentino con el que he charlado en el bus me dice que es normal y me lleva hasta el hostal. Nos damos la mano.

3 chicas israelís, otra vez, en mi habitación. Parecen tener la misma edad que las hermanas de Andreas. Me ducho y salgo a descubrir la ciudad. Tengo hambre.

Vuelvo a estar de camino otra vez.



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