Noche #59

Noche del martes.

Durante el día me he ido encontrando a varios de los personajes que he ido conociendo durante la ruta: primero al vasco que no me saludó en el bus, que iba con el israelí cachondo que conocí una mañana en Cuenca, subiendo el camino hasta Bellavista. Luego en la plaza a Regnan, el islandés con el 50 de pie. Finalmente a Melanie, la chica suiza del grupo que nos unimos para ir a bailar reggeatón en Cuenca. Todos ellos han venido juntos a Baños y están en la habitación de al lado en mi hostal.

Es la última noche en Baños y la última noche con Aisling, David, Jacob y Nina. Ellos se quedan más tiempo para subir al volcán y para hacer algún deporte. Yo ya he terminado con mi visita aquí, es un viaje de degustación, no un menú completo. Vamos a cenar juntos, una cena de despedida.

Es parte del viaje: conocer gente por unos días, encariñarte con ellos y luego separarnos. Relaciones que nacen, crecen, se repoducen y mueren en un par de días. Por unos instantes se crean roles y se inventan bromas, territorios comunes, y a través de sus ojos se descubren cosas olvidadas de uno mismo.

Estamos acostumbrados a asumir el papel que nos tocado, y hemos construído, dentro de nuestro grupo habitual de amigos, en nuestro entorno social. Por unas horas podemos reinventarnos, o ser más nosotros mismos de lo que somos normalmente. Nadie conoce nuestras miserias, nuestros fallos ni nuestras virtudes. Somos como estaciones de paso de las que solo se ve la parte que da a las vías, nunca el basurero detrás de la caseta del cobrador.



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